"Los descendientes": gran película, estupenda novela

Hace unos días he comprendido el entusiasmo de Alexander Payne por la novela en la que se basa su última película: Los descendientes. La primera novela de la hawaiana afincada en Estados Unidos Kaui Hart Hemmings es una mezcla muy acertada de comedia, crítica y ternura por el ser humano. En palabras del crítico literario del New York Times: "Hemmings encauza con virtuosismo la voz de un desconcertado héroe de mediana edad".


Todo lo que Payne sugiere en la película se desarrolla con mucho talento en la novela, con diálogos afilados, descripciones certeras y un ritmo narrativo muy preciso, capaz de conmoverte, hacerte reír y pensar en el paso de una línea a otra. Hemmings se apoya en unos personajes definidos minuciosamente sin caer en arquetipos. Tal y como sucede en la película todos tienen su lado patético, egoísta y mortal, pero también su reverso luminoso, entrañable y humano. 

A lo largo de poco más de 300 páginas el retrato sociológico es completo. Partiendo de la pregunta ¿qué dejarás a tus hijos cuando te marches?, Hemmings no adoctrina al lector a pesar de mostrar las lagunas negras de una familia moderna, rica, aparentemente perfecta y realmente infeliz. Pero su novela se instala en tu cerebro haciéndote preguntas molestas una vez que sus personajes han conseguido, uno por uno, meterse de lleno en tu vida.

La novela se digiere especialmente bien en chanclas y bermudas, bajo el sol y en una tumbona con el sonido leve de las olas hawaianas. Pero como no es fácil tal grado de inmersión, una solución más asequible es instalarnos en cualquier rincón de nuestra Ikeahouse y poner de fondo la música hawaiana de la película. Es una experiencia catártica necesaria.

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